El barco navegaba por la ciudad.
Yo lo vi.
Es verdad.
Desde mi ático se divisaba
cómo el barco navegaba
por la ciudad.
Paseaba entre edificios
de ladrillo y piedra
como si fuera un fantasma
entre la niebla.
El barco navegaba por la ciudad.
Fue así.
Cuesta abajo desde la cresta
de Alicante
el mar vuelve a subir
hasta el horizonte.
Y allí se desplaza el transporte,
casa navegante
con transeúntes,
ajenos y no de la urbe.
El barco navegaba por la ciudad.
Yo lo vi.
Navegaba entre el cemento
al compás del viento
con lujo y camarotes
por aquí.
Yate noctámbulo de la costa
que no me llevó a mí.
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